Con el tratamiento actual, la tasa de supervivencia global a cinco años para el cáncer infantil, de adolescentes y de adultos jóvenes es del 80% en Norteamérica, partes de Europa y Australia,1-4 lo que da lugar a una población creciente de supervivientes en todo el mundo. Una vez finalizado el tratamiento, los supervivientes de cáncer infantil, adolescente y adulto joven (CAYA) corren el riesgo de sufrir diversos efectos tardíos físicos y psicosociales. Múltiples estudios internacionales de cohortes han revelado que estos supervivientes tienen más probabilidades de experimentar alteraciones clínicamente relevantes en su salud mental. Los problemas de salud mental se asocian sistemáticamente a una peor salud física y a una disminución de los comportamientos saludables entre los supervivientes. Además de ser esencial para la calidad de vida, el apoyo a la salud mental es fundamental para promover la salud física a largo plazo de los supervivientes de cáncer de CAYA.
Las guías de práctica clínica (GPC) desarrolladas para Norteamérica y Europa recomiendan que los supervivientes reciban vigilancia a largo plazo para detectar problemas de salud mental tras el cáncer de CAYA; sin embargo, estas GPC se desarrollaron de forma independiente y, por lo tanto, difieren en las recomendaciones relativas a los riesgos, los enfoques de la vigilancia y las intervenciones para abordar los problemas de salud mental entre los supervivientes. El objetivo de este proyecto de GPC bajo el patrocinio del Grupo Internacional de Armonización de las Directrices sobre los Efectos Tardíos del Cáncer Infantil (IGHG) fue armonizar las recomendaciones para la vigilancia de la salud mental en supervivientes de cáncer diagnosticado antes de los 25 años.
En conclusión, estas recomendaciones promueven la adopción de un «enfoque de detección e intervención» para los problemas de salud mental alineado con la vigilancia tradicional de los efectos tardíos físicos en los cuidados de seguimiento a largo plazo. Además, estas recomendaciones destacan la importancia de incluir la salud mental como un componente clave de la atención sanitaria centrada en el superviviente para mitigar el impacto negativo del cáncer CAYA y apoyar la calidad de vida de los supervivientes.
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